Las Danaides

Al Dios Poseidón le gustaban las ninfas..., así que tomó a Libia y le otorgó la dicha de ser madre de dos churumbeles a los que llamó Agenor y Belo.
Agenor fué rey de Siria y Belo (dió el braguetazo) casandose con la hija del Nilo Aquinoe, convirtiendose en el señor del más fértil valle de la antiguedad, con esta tuvo dos gemelos Danao y Egipto, y como buenos hermanos estuvieron enfrentados de por vida.
Cundo Belo murió, entregó a Egipto Arabia y a Danao Libia. Claro que Arabia ya era por entonces un secarral, más bien diria yo un desierto de donde solo salía petroleo, y claro en aquella época la preciada roca líquida les servía solo para prender lucernas, así que decidió que todo el fertil valle del Nilo sería suyo, para eso era su abuelo, y su hermano podría conformase con el resto de Libia.
Lo primero que hizo fué ponerle su nombre "Egipto" y finalmente consiguió que su hermano Danao huyera a la isla de Argos; debían de ser los hermanos gemelos pero de parecerece entre ellos como un huevo a una castaña.
Por aquellas fechas Egipto ya había conseguido tener 50 hijos y Danao 50 hijas (entonces no existia la fecundación in vitro y la fertilidad entre los hombres no debía estar sujeta a la alimentación ni a la contaminación del planeta), así que en un ataque de reconciliación familiar navideña a Egipto se le ocurrió casar a toda su prole con sus propias sobrinas, las llamadas Danaidas, al fin y al cabo estas vivian en Argos, una isla más a todo su territorio tampoco le venia mal.

Las Danaidas vivian tranquilas y felices en la paradisiaca isla, consagradas al culto de Atenea, que para eso había sacado a su padre de las garras de Egipto, y sobre todo ajenas a lo que su vil tio planeaba, y esto no era otra cosa que una nave con 50 remos en la que viajaba una tropa de hormonados primos deseosos de recoger su botín de guerra.

Cuando los 50 de Egipto llegaron a Argos orgullosos y estirados como pavos reales, su tio Danao cedió a los deseos de su gemelo y entregó a sus 50 adolescentes, invitó a todo ser viviente de los alrededores e hizo un festín que aun se recuerda, pero antes había hecho prometer a sus hijas que matarian a sus maridos en la noche de bodas, antes de que estos cumplieran su proposito y serían recompensadas por Atenea y su propio padre Zeus.

Entregó a sus hijas una daga y confió en la muerte de todos sus yernos, todos menos uno porque la mayor de todas ellas Hipermnestra, perdonó a su esposo, no se sabe si porque se había enamorado de él, o por qué se veía mayor y sin marido (y ya se sabe eso que es mejor pájaro en mano que un ciento volando).

Las 49 asesinas fueron perdonadas por Zeus por mediación de Atenea (su jefa) pero a la mayor la pusieron en cuarentena y solo fué liberada cuando Afrodita cual Aly Mcbeal prehistórica intercedió por ella, y es que el amor es el amor.

Las pobres muchachas quedaron viudas de por vida y a ver quien era el guapo que se atrevía ahora a casarse con tal jauría de viudas negras, así que murieron de las tres "V" (Viejas, Vacias y Vírgenes) y para colmo de calamidades cuando llegaron al Hades descubrieron con gran tristeza que allí Zeus no tenía potestad, el amo del territorio era el gran Hades, esposo de Proserpina y señor de los infiernos.

Para los antiguos griegos Hades no era el típido diablo vestido de rojo con cuernos y rabo que la tradición judeo cristiana nos ha hecho ver, Hades era el Dios de los muertos, soberano del submundo y juez de lo que hemos sido en vida; Tanto para lo bueno o para lo malo, un griego siempre viajaba tras la muerte, cruzando la Estigia, al infierno.
Lo no deseable era quedarse en el limbo donde los espíritus sufren y ansian visitar el hermoso palacio de fuego.

Si un griego se había portado mal en vida, cuando llegaba al hades se le infligia un eterno castigo y eso era todo...

Las pobres Danaides vivieron toda su vida consagradas a la Atenea, mucha sabiduría pero poca alegría para el cuerpo y cuando al fín murieron, comprobaron con pavor que a Hades no le había gustado el pequeñito detalle de obedecer a su padre.

Las hijas de Danao fueron condenadas a llenar un enorme tonel de agua, un tonel que nunca estaba lleno pues filtraba por la panza, aun están las pobres acarreando ánforas desde las fuentes estígias.

Y es que nos encontramos en una encrucijada, las leyes de los hombres no son las de los dioses y nunca sabremos que es lo que hay más allá de la muerte: Nadie volvió para contarlo.
Ilust. Las Danaides de J.W. Waterhouse


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